Crítica en tono irónico de las desigualdades de trato entre el hombre y la mujer con un gesto tan sencillo como fumar.
Leo en un diario que una mujer ha sido detenida por el grave delito de fumar “desvergonzadamente” donde estaban fumando también, por lo visto con muchísima vergüenza y dignidad, varios hombres. Y añade el diario que la mujer, al ser objeto de medida tan rigurosa, prorrumpió en denuestos e invectivas. Sin duda, la muy torpe no comprendía bien por qué en ella constituía delito lo que en los varones no.
Debía, sin embargo, darse cuenta esa fémina atrevida de que el acto de chupar una hierba liada sobre sí misma o en un papel varía muchísimo de significación si lo realizan los labios de un individuo del sexo fuerte o los de otro perteneciente a la más bella mitad de género humano. Un hombre que fuma ejercita uno de los imprescindibles e inalienables derechos que le corresponden, y en cambio una mujer que fuma siempre perturba un poco la buena organización social. Sabe Dios qué consecuencias pudiera tener hecho tan sencillo, según apariencias tan engañosas.
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¿A título de qué, vamos a ver, una hembra audaz se permite lo que sólo pertenece a su señor, dueño y cabeza, el hombre? ¿Y en público, para qué más? Porque, al cabo, ¡si el desmán se cometiese en secreto y recogimiento del propio domicilio, y en las habitaciones más ocultas y privadas! Pero delante de gente…, es cosa que merece severísimo castigo, y en especial, penalidad en el Código. Y no dudemos que la tendrá. Con esta clase de delitos suelen ser inflexibles nuestras celosas autoridades.
La Condesa de Pardo Bazán